- 325 g de harina de trigo de fuerza
- 5 g de levadura seca de panadería
- 200 g de puré de calabaza
- 30 g de mantequilla, derretida
- 75 ml de leche de soja, templada
- 50 g de azúcar
- 1 pizca de sal
- 1/2 vaina de vainilla
- 1 huevo batido
- mermelada de albaricoque
Abrir la vaina de vainilla, sacar las semillas con un cuchillo y ponerlas en la leche, añadiendo también la vaina abierta. Calentar y dejar infusionar unos minutos. Mezclar la harina con la levadura en un cuenco. En otro recipiente más grande, batir con unas varillas a mano el puré de calabaza, la mantequilla derretida, la leche (retirando antes la vaina, escurriéndola bien), el azúcar y la sal. Incorporar la harina y mezclar hasta conseguir una masa homogénea. Comenzar a amasar sobre una superficie ligeramente engrasada; la masa debe ser similar a la de la pizza, húmeda y maleable, pero no pegajosa. Seguir amasando unos 10 minutos, hasta conseguir una masa homogénea, lisa, elástica. Formar una bola y colocar en un recipiente engrasado con aceite, dando unas vueltas para que se engrase. Tapar con film y dejar levar hasta que doble su tamaño, alrededor de dos horas.
Deshinchar, amasar ligeramente y dividir en 10 porciones del mismo tamaño. Amasar cada una un poco e ir formando pequeñas bolas. Colocarlas en el molde, separadas por unos 5 mm. Pintar con huevo batido, cubrir con film o un paño húmedo y dejar que vuelvan a levar, alrededor de 45-60 min.
Precalentar el horno a 200ºC.
Volver a pintar con huevo batido y hornear sobre una rejilla, bajando la temperatura a 180ºC, unos 20 minutos, hasta que se hayan dorado bien (si se empiezan a dorar demasiado por encima, debido al baño de huevo, cubrir con papel albal). Mientras se hornea, calentar en un cazo unas cucharadas de mermelada de albaricoque hasta que adquiera una textura líquida. Pintar con esta mermelada los bollos en cuanto salgan del horno. Dejar enfriar completamente sobre una rejilla.
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